La fábula de la muralla
A la manera de Jean de la Fontaine
En la vida cotidiana,
Es un derecho que debe ser apreciado,
Un baluarte contra las miradas,
Un tesoro que hay que conservar.
Como un animal salvaje,
Nuestra privacidad debe ser protegida,
Gente curiosa, chivatos,
Inquisidores, fisgones.
Porque sin ella no somos nada,
Seres sujetos a los caprichos de los demás,
Sin libertad, sin privacidad,
Sin amor, sin felicidad.
Como un pajarito frágil,
Nuestra privacidad debe ser protegida,
De las miradas codiciosas de los depredadores,
Picos afilados de aves rapaces.
Porque sin ella, sólo somos presas,
Seres aplastados por las pasiones ajenas,
Sin esperanza, sin alegría, sin dignidad, sin fuerza.
Así pues, la protección de la privacidad,
Es un deber, una necesidad,
Para que podamos ser libres,
Para que podamos ser felices.
Como un tesoro enterrado en la tierra,
Nuestra privacidad debe ser preservada,
De las manos codiciosas de los buscadores de oro,
Miradas envidiosas de falsos amigos.
Porque sin ella sólo somos objetos,
Seres sujetos a los intereses de los demás,
Sin personalidad, sin proyecto,
Sin futuro, sin esperanza.
Así que protejamos nuestra privacidad,
Con prudencia, con sabiduría,
Para que nos permita vivir,
En armonía con nosotros mismos, en toda nobleza.