Los amantes ocultos
Al estilo de JEAN RACINE
La protección de la privacidad evoca las tragedias de Racine, donde los personajes esconden secretos y las intrigas se tejen en la sombra. Como en «Fedra», donde la heroína intenta ocultar sus pasiones devoradoras, buscamos preservar nuestra intimidad para evitar las nefastas repercusiones de las revelaciones precipitadas.
En el corazón de la corte real francesa, donde las intrigas políticas se mezclaban con las pasiones románticas, se encontraba un hombre llamado Eduardo. Eduardo era un espíritu noble, amante de las palabras y la poesía, que comprendía la importancia de preservar la privacidad en un mundo donde los secretos se buscaban con avidez.
En una época donde las miradas indiscretas eran moneda corriente, Edward se mantuvo firme en sus distancias. Desde pequeño había aprendido que la privacidad era un tesoro que debía guardarse celosamente, una intimidad sagrada que daba sentido a su existencia.
Eduardo fue un poeta de renombre en la corte, donde su talentosa pluma cautivó a damas y nobles por igual. Pero tras sus elegantes palabras y cautivadores sonetos, ocultaba profundas reflexiones sobre la protección de la privacidad.
Un día, mientras paseaba por los suntuosos jardines del palacio, Eduardo vio a una joven de belleza incomparable, Elise. Era la rosa más radiante entre las flores, pero su mirada delataba una secreta melancolía.
Édouard y Élise intercambiaron miradas furtivas y sonrisas tímidas, ambos comprendiendo la importancia de preservar su privacidad en este mundo donde las apariencias reinaban. Comenzaron a intercambiar cartas confidenciales, palabras escritas con la tinta del corazón, en las que expresaban sus pensamientos más profundos.
En esta correspondencia secreta, Edward y Elise compartieron sus reflexiones sobre la vida, el amor y la necesidad de privacidad. Sabían que era en ese rincón secreto del alma donde podían ser verdaderamente ellos mismos, lejos de miradas indiscretas.
Pero su amor y su búsqueda de privacidad no estuvieron exentos de obstáculos. Poderosas fuerzas de la corte, celosas de su privacidad y ansiosas por saberlo todo, intentaron mantenerlos separados. Se extendieron rumores maliciosos y se tramaron conspiraciones.
Eduardo y Elisa comprendieron que su amor y su libertad eran inseparables. Decidieron retirarse de la corte y refugiarse en una finca remota donde pudieran preservar su privacidad y vivir su amor en paz.
Allí encontraron un remanso de paz, un lugar donde los murmullos de los cortesanos eran reemplazados por el canto de los pájaros y el susurro del viento. Construyeron una existencia sencilla y armoniosa, nutrida por la certeza de que la privacidad era un derecho fundamental de todo ser humano.
Durante años, Edward y Elise vivieron en la sombra de la sociedad, pero su amor nunca flaqueó. Sabían que su retirada no era una huida, sino una afirmación de su libertad y su derecho a existir fuera del escrutinio.
Su ejemplo empezó a inspirar a otros que buscaban libertad y privacidad. Personas de todos los ámbitos se unieron a ellos, formando una comunidad donde se respetaba y valoraba la privacidad.
Edward escribió obras de teatro y poemas que celebraban la privacidad, la libertad individual y el poder de la soledad. Sus palabras conmovieron a los oprimidos por la sociedad y los inspiraron a luchar por preservar su integridad.
Elise, por su parte, era la guardiana de la comunidad. Se aseguraba de que los secretos de todos estuvieran protegidos, de que todos pudieran prosperar en la seguridad de su privacidad.
Pero su refugio seguía siendo vulnerable a los ataques del mundo exterior. El tribunal intentó traerlos de vuelta, separarlos, silenciarlos. Las fuerzas de la sociedad se esforzaron por destruir su amor y sofocar su búsqueda de privacidad.
Pero Edward y Elise se mantuvieron firmes, decididos a defender lo que consideraban correcto y esencial. Sabían que la privacidad era vital para el alma y que había que hacer todo lo posible por preservarla, incluso arriesgando su propia felicidad.
Así continuaron su lucha, con la esperanza de que sus acciones inspiraran a otros a defender la privacidad. Porque sabían que, incluso entre intrigas y conspiraciones, el amor y la libertad siempre triunfarían.